lunes, 22 de mayo de 2017

Queriendo (NO) Ser Periodista.

Me he visto en un triste y extraño episodio. Uno de esos raros momentos en donde ya no queda más remedio que dar un último esfuerzo pero no porque se quiera hacer algo bien, sino por el lamentable hecho de que si no se hace, el pequeño triunfo obtenido en los meses previos no habrá de tener validez. Es una de esas tardes en donde quien ahora escribe, se plantea mucho más de lo que debería; como las caminatas pretendiendo crear un reportaje, las horas investigando temas para un programa radiofónico o las copas de más queriendo cerrar heridas y borrar piezas del pasado reciente.

Hace unos cinco años dije que quería ser periodista y traté de mantener vivo ese objetivo, aún cuando sólo me rodeaban tornos, fresadoras, taladros y batas azul marino con manchas de aceite y gastadas por el uso diario. Traté de mantener viva la llama de querer llevar la crónica del mundial de fútbol del 2018 o una de las hazañas que se gestan en cada Super Bowl que he visto. La intención de ser periodista me acompañó incluso cuando por mi mente pasó la absurda idea de querer entender a Dios desde el estudio básico del ser humano, y no desde el estudio universal que representa su posible infinidad sobrenatural. Querer ser periodista era la meta. Digo ‘era’, porque hoy -mientras voy hilando palabras para construir oraciones y párrafos-, ya no siento ese deseo de entrevistar a los ganadores de trofeos, ni me imagino colaborando junto a Ciro Procuna, Eduardo Varela, Pablo Viruega o Álvaro Martín en cualquiera de los espacios de análisis que tienen sobre el deporte de las tackleadas.

Hoy, quien está jugando a ser periodista, se siente fastidiado de ir por la vida buscando temas para reportajes. Me siento cansado de platicar de la inexistente magia en un pueblo llamado Huauchinango. Detesto imaginar que debo escribir seis cuartillas explicando el turismo, cuando no me he dado la oportunidad de ser turista dentro de mi México hermoso, y mucho menos fuera de nuestras fronteras. Detesto pensar que para el jueves próximo tengo que buscar la forma de completar un total de 40 cuartillas sólo para salvar mis notas en la materia de Seminario de Investigación. Detesto que para tener derecho a presentar mi examen final, deba leer forzosamente textos y reportar lo que me pareció bárbaro de ellos. Detesto que esa sea la vida a la que me esté condenando, porque es muy claro que para nada es mi visión del ‘ser periodista’.

Muchos de ustedes tal vez crean que es arrogante o mediocre de parte mía, pero a decir verdad, poco me importa lo que sea que piensen, porque me niego rotundamente a ser esclavo de una rutina que para otros es excitante pero, que a mi no me deja momentos gustosos, salvo el hecho de conocer gente nueva que también trata de ir contra la corriente. Si ser periodista es sufrir porque tienes que enviar tus seis notas diarias, entonces, ¡al carajo todo porque yo no quiero ser periodista! Si ser periodista es darle prioridad al tema por encima de quienes le dan vida al mismo, entonces, ¡al carajo el método porque yo no quiero ser periodista! Si ser periodista es tener que escribir como poseído sólo para obtener una nota ‘medio convincente’ y con ello, pasar mis materias; entonces, ¡al carajo todo eso, porque les prometo que no seré periodista!

Hoy, ya no quiero jugar a ser periodista, reportero o alguna de esas cosas raras que hay en el gremio, y a las cuáles respeto por su pasión y labor, mismas que no comparto porque no van conmigo, ni con mi identidad o esencia. Hoy quiero jugar a ser y sentirme libre. Quiero ir por la vida leyendo historias reales, contando historias reales y escribiendo historias reales y, si alguna de ellas me lleva al mundial de fútbol o me pone en un Super Bowl, bienvenida sea; pero si no ocurre, tampoco me lamentaré. Porque hoy les aclaro que no juego a ser periodista, ni aspiro a serlo, por lo menos no en este preciso momento de hartazgo. Hoy soy un hombre de 22 años que sabe de dónde viene, sabe dónde está y muy seguro de mí, digo que se perfectamente hacia dónde no pienso ir. Lo que venga en las semanas próximas, me habrá de tomar por sorpresa, y con la misma ilusión que hace cinco años me hizo ir contra la corriente, podré respirar profundo y declararme listo para cambiar el rumbo. ¡Hasta la próxima!



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