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Lo cotidiano siempre es extraordinario. No tan extraordinario como la cantidad de galaxias que se forman en el iris de los humanos, tampoco tan extraordinario como un sueño que te inunda al grado de sentir la piel de quienes viven en esa ilusión nocturna, no. Lo cotidiano más bien es extraordinario como el amor que una cachorra siente por un grupo de cuatro desconocidos que la tratan como princesa. Lo cotidiano es y será siempre, mi tema preferido para narrar lo que mis sentidos perciben.
Hace tiempo escribí una entrada con un título en el que parecía que su servidor aborrecía las palabras nocturnas. Pido una disculpa porque no era yo quien actuaba, era la motivación que una persona -no muy grata- provocaba en mí. Por cuestiones de respeto a mi pasado, no pienso hablar de esa mujer de tez rosada y cabellos enroscados. Espero que comprendan.
Las palabras de medianoche y el sentido que intento darles, surgen a raíz de la nostalgia de las vacaciones. Si mal no recuerdo, este espacio lo inicié hablando justamente de las vacaciones. Hace un año el verano parecía una oportunidad para buscar sonrisas y transformarlas en un ideal de compañía. El verano del lejano 2016 pretendía ser el comienzo de algo bárbaro y fructífero en mi carrera por convertirme en el mejor periodista de mi generación (cosa que ya no creo, sin embargo ahora considero ser el más dúctil y talentoso escritor de la misma, mera modestia de mi parte). El verano pasado ofrecía mucho, y me dio nada. ¡Ahí radica, amigos míos, la melancolía de esta estación!
No se dejen llevar por el extenso y absurdo título, pues además de escribirlo con el fin de sonar poético y de captar su atención, he intentado relacionarlo al presente espacial e irreal que me tiene aquí. Ya no hay más verano, al menos no ese verano idealizado y lejano. Ahora el verano es real, es cotidiano, es de miles de tonalidades e irónicamente, también es gris. Hoy el verano ya no tiene sonrisas que se van a convertir en seres perfectos, hoy mi verano tiene memoria propia, caminatas por las calles de esta ciudad, fotografías de fachadas y de un Reloj Monumental. Hoy el verano no es la línea de partida en la carrera periodística que solía ser. Hoy mi verano es el principio de muchas más palabras encausadas a un mismo fin. Hoy el verano no habla de anhelos ni sueños rosas. Hoy mi verano desea descubrir bosques y el secreto de una 'Sophia' que encontré -o me encontró- por allí.
Es este el volumen primero, el principio de un fin. Es un Alpha que irremediablemente tendrá un Omega. Las noches con panoramas infinitos descansarán mientras termino por entender lo finito y sigo fantaseando con lo interminable. Los ratos melancólicos pasarán, como pasa el dolor de pecho cuando tomas un analgésico o cuando miras una fotografía que capturó el momento perfecto. No hay más por hoy, me quedo con mis nuevas experiencias veraniegas, con mis pensamientos cálidos y con mis cartas y poemas. ¡Hasta la próxima noche de nostalgia!
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