domingo, 14 de mayo de 2017

Si te lo Explico, no lo Entenderías.

Pocas ocasiones me dejo llevar tanto por mis pasiones como en este fin de semana. De las cosas menos importantes, el fútbol es la más importante, lo he dicho siempre -o por lo menos en el pasado reciente-. Pues así es, queridos lectores, el fútbol es una de las pasiones que me conducen con ánimo los fines de semana largos y tediosos. Mi equipo no es esa ‘maravilla’ mafiosa que está representada por los azulcremas, tampoco es ese equipillo chico que hoy se siente una potencia mundial y cuya afición sólo aparece cuando les va bien. Mi equipo no es el cuadro de los amargos de enfrente que siguen viviendo de su historia sesentera. Mi equipo es la academia del fútbol mexicano.
Hace ocho años que mis colores son rojo y negro. Hace ocho años que entiendo la fidelidad, el amor y la pasión por un escudo y una institución que representa el buen trato al balón y además, representa el semillero de leyendas del balompié mexicano como Marcelo Mercado ó Alfredo Torres y, actualmente, Andrés Guardado, Pavel Pardo, Daniel Osorno, Oswaldo Sánchez, Jared Borgetti y Rafael Márquez.

Mi equipo es el mismo que sólo se coronó una ocasión en nuestra liga profesional, allá en el lejano 1951 con un gol del tico Edwin Cubero y, ante el odiado rival. Mi equipo es el Atlas de Guadalajara, nombrado así en honor al titán griego que era el sostén del mundo, porque desde 1916, los zorros han sido el club que sostiene a los jugadores más exquisitos de México. Han sido cien años de tradición futbolera que me lleva a desbordar mis razones durante 90 minutos siempre que veo a mis rojinegros corriendo, empujando, sudando y entregando todo por la causa tan noble que representan.


Yo no le voy al Atlas porque tenga 11 campeonatos, ni porque incorpore a sus filas a franceses goleadores, no señor. Yo soy del Atlas porque sufro con sus colores y gozo con sus goles. Soy del Atlas porque no vivo de copas, sino de la pasión que me provoca. Yo soy del Atlas porque por absurdo que parezca sólo con ellos disfruto del fútbol. Puede que tenga que esperar para verlos campeones de nuevo, puede que los fantasmas del descenso ronden nuestra madriguera en la colonia Independencia de Guadalajara, puede que todos quieran burlarse de los defectos que nos han orillado a arrastrar el invaluable prestigio que tenemos pero no me importa. No importa porque ser seguidor de este equipo es únicamente para valientes, soñadores, pacientes y fieles; porque cualquiera puede apoyar a Tigres, América, Chivas y hasta al Pachuca; pero sólo los amantes del juego son seguidores de mi Atlas, sólo los titanes que gritan y sufren y gozan la gloria hasta el último aliento pueden sentirse orgullosos de llevar el rojo y el negro adherido a la piel, y el cántico de amor eterno retumbando en el corazón. Así expreso de forma breve mi amor por este equipo de fútbol, y no me explayo más porque, si te lo explico, no lo entenderías…

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