Siempre que llegan las vacaciones me doy la oportunidad de volver a mi hogar. El paradisíaco pueblito en donde pasé mi infancia y parte de mi juventud. El lugar que me acogió y que me mostró el primer rayo de luz vespertina el día de mi alumbramiento.
Me rodeo de ocotes, pinos y toda clase de árboles que, aún hoy no logro identificar o nombrar de forma precisa. El canto del pájaro cenzontle acompaña las tardes cercanas a las lagunas que a principios del siglo pasado fueron la revolucionaria solución que dio energía eléctrica a la urbe más importante de nuestra patria. Las cuatro estaciones dejan de ser una perfecta composición de Vivaldi para convertirse en la realidad climática que cobija a la Sierra Norte poblana. Tibio calor por la mañana, al salir el Astro Rey. Sofocantes rayos solares en punto del mediodía y una ligera ventisca fría que adorna las tardes y parte de las noches. Esas son mis cuatro estaciones, todas en veinticuatro horas; todas llenando de un peculiar ambiente mi hogar.
Disfruto las caminatas por las calles sencillas y poco concurridas a pie, disfruto del sabor del pan y los colores llamativos que encuentro en sus mercados y plazas. Disfruto y presto singular atención a las fluidas conversaciones en "mexicano" que tienen los hermanos indígenas. Disfruto tanto de mi hogar en la Sierra Norte Poblana que, hoy me duele saber que todo se perdió.
La tormenta "Earl" arrasó con todos los años de trabajo de los grupos más aislados en las comunidades más desoladas. Esos lugares en días pasados conocieron la fuerza de la verdadera Deidad que gobierna con mano justa en el mundo: la naturaleza. Ni vírgenes ni santos, ni Dios mismo pueden frenar una acción que en fuerza y complejidad los supera y, si Dios la envió entonces, se propasó con quienes de forma ciega le adoran y ruegan por salir del limbo que los envuelve.
Hoy finalmente el Sr. Moreno Valle supo de la existencia de estas comunidades, cuando a lo largo de su triste mandato sólo derrochó dinero de los contribuyentes para "modernizar" y hacer de la capital del estado una "sofisticada" urbe de estilo cosmopolita. Hoy las autoridades estatales giran sus cabezas hacia quienes han sido el blanco de desprecios y burlas por parte de quienes creen que las comodidades monetarias pueden más que el trabajo en el campo y el sudor recorriendo el músculo luego de una jornada que deja exhaustos hasta a los más fuertes.
Ese es mi hogar, adornado con flores y cielos nubosos pero profundamente hermosos de norte a sur y de este a oeste. Ese es mi hogar y esa es mi gente, orgullosa representante de la lucha que nuestros pueblos oprimidos han representado y llevado al infierno mismo, contra toda inclemencia natural, celestial y "humana" de aves de rapiña que con trajes y corbatas saludan con un hipócrita apretón de manos a quienes les entregarán su soberanía, para que los representen y jodan más de lo que otros ya lo han hecho.
Estoy orgulloso de mi origen poblano, de mis ancestros y del esfuerzo que mis familiares han hecho por salir adelante luego de tantos obstáculos. Estoy orgulloso de todo esto, pero me causa rabia y frustración tener que narrar en lugar de actuar. Me duele que mi hogar sea golpeado y maltratado, no por "Earl", sino por los prepotentes que se han aparecido fingiendo preocupación cuando nunca en su vida han mostrado interés real por esas comunidades (y muchas otras) que son en extremo heridas.
Hoy, lo que más me duele es el triste hecho de que la gente en condiciones más vulnerables sea la que más sufre, la que paga por la furia natural que el hombre moderno alimenta día a día. Hoy, me duele saber que mientras su servidor escribe, allá, en mi hogar; en mi Sierra Norte Poblana, hay personas que han pasado a dormir esperando frenar esta tortuosa vida terrenal arrebatada por la mano invisible de la negligencia de un sistema gubernamental.
"Fiat iustitia et pereat mundus".
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