Mucho tiempo pasa cuando uno se encuentra sentado frente a
una computadora, escuchando a División
Minúscula, tomando café negro y amargo como el alma del Diablo, y pensando
en cómo hilar palabras óptimas para la creación de una nueva entrada en el blog
que últimamente se ha ido cubriendo de polvo de recuerdos y algunas telarañas
de emociones.
Sorbo de café pero sin cigarrillo a la mano, a decir verdad,
no se puede fumar en este espacio. Ojalá se pudiera.
La soledad se refiere a la ausencia de la presencia de
alguien o alguienes –si es que esa es
una palabra-. Pero en este caso, más bien la empleo para aludir a la sensación
de vacío total en la que mi espacio se encuentra.
No hay teléfonos sonando, la bandeja del correo electrónico
permanece en blanco. No hay nuevos mensajes en mi celular y hay mucho calor
allá afuera (al menos eso parece, al menos esa impresión tengo desde mi asiento
cercano a la ventana).
Hoy mi soledad es no compartir con mi madre el 10 de mayo y
es que, no se trata de estar con ella sólo porque es Día de la Madres, sino de
estar con ella porque quiero, porque se me da la gana. No es tampoco una señal
de lo que suelen nombrar como “mamitis”, porque seguro estoy de que soy un tipo
independiente y maduro (al menos eso me han dicho los humanos, y mis afelpados
compañeros de sueño).
Más bien, considero que la soledad se deriva de la ausencia
familiar en este preciso momento en donde el café me causa malestar por su
amargura, y optaría por un poco de pastel y leche en compañía de mi familia;
unas palabras abultadas de mi padre, música old
school de mi atemporal hermano, piruetas de Loki (mi gato siamés) y mi
madre emocionada y fatigada por tener la tarea más dura de la casa: ser ella,
ser madre.
Mucho tiempo pasa cuando uno quiere escribir sobre la
oficina vacía, el nulo ruido propio del ajetreo laboral y la escasez de ideas y
cigarrillos pero, ese tiempo bien aprovechado me conduce a un pasaje más que
resulta un tanto simple en su concepción y profundo en su sensación.
Tal vez la próxima ocasión que visiten este lugar, habrá
algo mejor –o peor, dependiendo de su gusto y perspectiva-. Pero por ahora es
todo, sin realmente ser todo.
Un abrazo fuerte y muchas glorias para las mujeres que hoy celebran. Nos escribiremos
y leeremos en otra ocasión.
PD: Si ven a mi madre por ahí, no le digan “¡suegra, que
chulada tu primogénito!”; en lugar de eso, díganle que la amo con cada letra y
palabra que me enseñó. ¡Gracias totales!
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