jueves, 10 de mayo de 2018

Soledad.


Mucho tiempo pasa cuando uno se encuentra sentado frente a una computadora, escuchando a División Minúscula, tomando café negro y amargo como el alma del Diablo, y pensando en cómo hilar palabras óptimas para la creación de una nueva entrada en el blog que últimamente se ha ido cubriendo de polvo de recuerdos y algunas telarañas de emociones.

Sorbo de café pero sin cigarrillo a la mano, a decir verdad, no se puede fumar en este espacio. Ojalá se pudiera.

La soledad se refiere a la ausencia de la presencia de alguien o alguienes –si es que esa es una palabra-. Pero en este caso, más bien la empleo para aludir a la sensación de vacío total en la que mi espacio se encuentra.

No hay teléfonos sonando, la bandeja del correo electrónico permanece en blanco. No hay nuevos mensajes en mi celular y hay mucho calor allá afuera (al menos eso parece, al menos esa impresión tengo desde mi asiento cercano a la ventana).

Hoy mi soledad es no compartir con mi madre el 10 de mayo y es que, no se trata de estar con ella sólo porque es Día de la Madres, sino de estar con ella porque quiero, porque se me da la gana. No es tampoco una señal de lo que suelen nombrar como “mamitis”, porque seguro estoy de que soy un tipo independiente y maduro (al menos eso me han dicho los humanos, y mis afelpados compañeros de sueño).

Más bien, considero que la soledad se deriva de la ausencia familiar en este preciso momento en donde el café me causa malestar por su amargura, y optaría por un poco de pastel y leche en compañía de mi familia; unas palabras abultadas de mi padre, música old school de mi atemporal hermano, piruetas de Loki (mi gato siamés) y mi madre emocionada y fatigada por tener la tarea más dura de la casa: ser ella, ser madre.

Mucho tiempo pasa cuando uno quiere escribir sobre la oficina vacía, el nulo ruido propio del ajetreo laboral y la escasez de ideas y cigarrillos pero, ese tiempo bien aprovechado me conduce a un pasaje más que resulta un tanto simple en su concepción y profundo en su sensación.

Tal vez la próxima ocasión que visiten este lugar, habrá algo mejor –o peor, dependiendo de su gusto y perspectiva-. Pero por ahora es todo, sin realmente ser todo. 
Un abrazo fuerte y muchas glorias para las mujeres que hoy celebran. Nos escribiremos y leeremos en otra ocasión.


PD: Si ven a mi madre por ahí, no le digan “¡suegra, que chulada tu primogénito!”; en lugar de eso, díganle que la amo con cada letra y palabra que me enseñó. ¡Gracias totales!

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