La anterior ocasión que les dejé por aquí una serie de oraciones y párrafos, les hablaba de la pesadez que tenía para escribir bajo el arrullo de una noche que no había sido diferente a muchas otras noches del último mes. Salvo dos o tres momentos definitivos en mi estancia lejos de la ventosa ciudad de Pachuca, el resto pasaron muy normales entre "retitas" en el PS3, pases, rutas y atrapadas a una mano, caminatas con los cachorros y tazas de café en la mañana.
¡Parece que de a poco recupero la golpeada memoria! Innumerables hechos se han guardado en mi mente desde que la razón se hizo presente en mi. Recuerdo algunas de mis primeras travesuras antes de cumplir tres años, mi primer día en la primaria, mi primer pelea y hasta mi primer borrachera involuntaria. De a poco pongo orden en mi alocada cabeza. Y si me expreso así no es porque mis ideas, valores o sensaciones caigan en un abismo fuera de lugar y todo eso lo termine por proyectar muy raramente en el día a día, más bien me expreso así de mi cabeza porque en ella se alojan los más sinceros, turbios, extraños, melosos, tiernos y feroces recuerdos que creí no recuperaría y por ende, no les compartiría mediante esta serie de historias hiladas entre sí.
Las primeras horas del 31 de Diciembre del pasado año, entendí que mucho de lo que guardaba lleno de ira y con algo de resentimiento en mi pecho, apenas requería de una noche mágica con las personas indicadas para disolverse en el frío de una buena cerveza, carcajadas y memorias de años previos que me llenaron de nostalgia cada poro. El sonar de los tarros acompañado de la paz en las miradas de mis primos y hermano, me dieron paz también a mí y a la serie de agobiantes pensamientos destructivos que se albergaron en su servidor luego de un mal momento que se prolongó más de lo necesario.
Esa hermosa forma de cerrar un año ya de por sí glorioso, me entregó toda la confianza necesaria para no cometer alguna tontería, como cenar de más durante las festividades, o regresar a Pachuca buscando razones absurdas que no tenían razón ni noción de ser, o mezclar con agua mineral el whisky que tomé días antes.
Lo sano de escribir sobre los recuerdos es el invariable hecho de que la imaginación recrea cada acto que se exhibió en la función previa. Es por ello que justo hoy me declaro mentalmente competente de nuevo. Puede que ese título no haya sido mío previamente, pero a decir verdad nunca he sabido de gente que escriba y que mentalmente parezca "normal" para los estándares que proponen los que sí son comunes. Vendrán más ratos con intervalos sin cordura y memorias renacidas de sus propias cenizas, vendrán ratos en donde también querré dejar de escribir toda la serie de tonterías que inundan mis pensamientos en tardes de enero cuando el viento ligero sacude las hojas de los árboles que rodean los verdes campos que suelo frecuentar en mi hogar. Vendrán tiempos en donde escribir se convierta en mi sustento y en el acto que ponga los sagrados alimentos en mi mesa pero, mientras esos oscuros y tenebrosos tiempos llegan a mi, seguiré relatando todas las aventuras que parecieran sacadas de un cuento ficticio y que, irónicamente son tan reales como Dios, el amor verdadero y la muerte como momento culminante y central de la vida.
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