lunes, 1 de julio de 2019

Reconociendo el Jardín.

"Si me he de perder que me pierda por ti".

Trato de guardar cada memoria suya en la mente, y esas imágenes nítidas me llevan en buena medida, a aquella fuente. Es en ese espacio en donde pareciera que las manecillas a veces caminan y por lapsos se duermen, y es justo ahí donde recae el peso de quien escribe notas en papel y abraza en las tardes frías.

Es entonces, aquella fuente, el hogar de algunos recuerdos que ya no son míos sino nuestros, o suyos tal vez. Es en ese pequeño jardín donde la penumbra nunca nos alcanza porque su brillo es vasto y llena enteramente al mundo. Y no, no estoy exagerando. Los destellos de tan especiales ojos y la radiante sonrisa suya, inundan los colores conocidos y causan envidia al Sol y a la Luna misma.

De vez en cuando aterriza cerca de nosotros un valiente colibrí, el pajarillo bate sus alas como si cada movimiento anunciara su alegría por verla en el jardín. Y si yo fuera un ave, seguramente agitaría las plumas también, porque la maravilla de ser parte de esto, tiene su principio, pero por suerte, no tiene fin. 

Poseemos ya la fuente, el pacífico jardín y al tierno colibrí, pero todo ello es pequeño porque lo más grande de ese castillo es verla sonreír. Y si existe algo aún más milagroso que aquella mueca, es el deleite de un abrazo fuerte que es todito suyo y para mí. Ni los rosales se sienten espinosos, si es ella quien te acoge entre su calma; ni la vida misma sabe tan bien, como cuando ella te sana el alma.

Estoy intentando guardar hasta el más delicado detalle suyo, porque me agobia pensar que en algún momento de la existencia, uno pueda de pronto algo olvidar. Habré entonces de llevarle en la piel, así cuando la cabeza falle, la tinta seguirá tan arraigada como la voz de quien bromea y canta con cada atardecer.

Y así paso mis días, apelando al rincón que albergan esas murallas amarillas, deseando que me alcance la vida para escribir recuerdos y una que otra poesía. Porque cuando uno se jacta de haber visto todo, resulta que de la nada aparece alguien, y entonces entiendes que ha sido hasta ese momento, cuando realmente empiezas a reconocer una fracción de este mundo. 

  

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