"De las cosas menos importantes, el fútbol es la más importante." Así inicié mi entrada pasada hablando de lo significativo que Rafael Márquez es para el balompie mexicano.
Hoy, de nuevo escribo porque un balón me inspiró a hacerlo. Tristemente las líneas siguientes retratan un hecho trágico, algo que rompe la barrera del deporte para tocar todo lo humanamente posible.
Esta semana, una noticia trágica unió a los amantes del fútbol y, también a quienes no lo son.
Lunes por la noche. Mis amigos y yo hacíamos radio online. Al ordenar los temas que trataríamos, Pablo nos dio la noticia, aquella que todos en el mundo hubiésemos querido nunca recibir. "Avión que transportaba al equipo Chapecoense de Brasil, se encuentra perdido." Así iniciaba todo.
No dábamos mucho crédito a lo que pasaba. Vaya, ni conocíamos a tal equipo pero, no se trataba del balón, se trataba y aún se trata de 76 personas que habían salido de Brasil con rumbo a Colombia, buscando un sueño, una estrella en su escudo y un trofeo en sus vitrinas.
Lo terriblemente triste no fue la confirmación de lo que suponíamos mientras hablábamos al micrófono, lo realmente lamentable es el hecho de que esta tragedia sirviera para que muchos o todos, buscaran unirse en torno a una misma pasión, a una misma idea y a un sueño roto.
Lo triste es saber que en la mafia del fútbol mundial, todos se abriguen bajo el manto de la más pura acción natural del hombre, que es la emoción y tristeza que sólo la muerte causa. Porque antes de que esto ocurriera, la solidaridad en el deporte era un mito.
No critico las muestras de apoyo que en todo el mundo se dieron y que, aún hoy se dan. Critico el absurdo de que, tengamos que esperar tragedias para hacer algo que tenga impacto. Lo que sí hago, es aplaudir las más sinceras condolencias y homenajes de la gente que no está contaminada con el poder que el balón y los billetes otorgan. Aplaudo que todo el mundo se unió a la causa mediante publicaciones en redes sociales o cadenas fervientes de oración para quienes son devotos. Aplaudo que esta historia tuviera los reflectores que le crearon porque, sin esa gente que sintió el golpe justo en el pecho, seguro estoy de que Chapecoense habría desaparecido.
Gracias a ti que subiste fotos en Facebook, gracias a ti que usaste los "hashtags" en tus tuits, gracias a ti que lleno de nostalgia y al borde del llanto te expresaste diciendo que esto es mucho más que 22 hombres tras un balón. Puede que el cuadro carioca se haya perdido de este momento épico pero, nos ha heredado un ejemplo de trabajo, disciplina y necedad cuando se trata de ir por aquello que quieres.
Hoy, 76 personas, no solo jugadores, sino periodistas y gente de fútbol, nos miran desde otro lugar.
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