martes, 17 de enero de 2017

No Quiero Escribir Esta Noche. Parte Dos.

La anterior ocasión que les dejé por aquí una serie de oraciones y párrafos, les hablaba de la pesadez que tenía para escribir bajo el arrullo de una noche que no había sido diferente a muchas otras noches del último mes. Salvo dos o tres momentos definitivos en mi estancia lejos de la ventosa ciudad de Pachuca, el resto pasaron muy normales entre "retitas" en el PS3, pases, rutas y atrapadas a una mano, caminatas con los cachorros y tazas de café en la mañana.

¡Parece que de a poco recupero la golpeada memoria! Innumerables hechos se han guardado en mi mente desde que la razón se hizo presente en mi. Recuerdo algunas de mis primeras travesuras antes de cumplir tres años, mi primer día en la primaria, mi primer pelea y hasta mi primer borrachera involuntaria. De a poco pongo orden en mi alocada cabeza. Y si me expreso así no es porque mis ideas, valores o sensaciones caigan en un abismo fuera de lugar y todo eso lo termine por proyectar muy raramente en el día a día, más bien me expreso así de mi cabeza porque en ella se alojan los más sinceros, turbios, extraños, melosos, tiernos y feroces recuerdos que creí no recuperaría y por ende, no les compartiría mediante esta serie de historias hiladas entre sí.

Las primeras horas del 31 de Diciembre del pasado año, entendí que mucho de lo que guardaba lleno de ira y con algo de resentimiento en mi pecho, apenas requería de una noche mágica con las personas indicadas para disolverse en el frío de una buena cerveza, carcajadas y memorias de años previos que me llenaron de nostalgia cada poro. El sonar de los tarros acompañado de la paz en las miradas de mis primos y hermano, me dieron paz también a mí y a la serie de agobiantes pensamientos destructivos que se albergaron en su servidor luego de un mal momento que se prolongó más de lo necesario.

Esa hermosa forma de cerrar un año ya de por sí glorioso, me entregó toda la confianza necesaria para no cometer alguna tontería, como cenar de más durante las festividades, o regresar a Pachuca buscando razones absurdas que no tenían razón ni noción de ser, o mezclar con agua mineral el whisky que tomé días antes.

Lo sano de escribir sobre los recuerdos es el invariable hecho de que la imaginación recrea cada acto que se exhibió en la función previa. Es por ello que justo hoy me declaro mentalmente competente de nuevo. Puede que ese título no haya sido mío previamente, pero a decir verdad nunca he sabido de gente que escriba y que mentalmente parezca "normal" para los estándares que proponen los que sí son comunes. Vendrán más ratos con intervalos sin cordura y memorias renacidas de sus propias cenizas, vendrán ratos en donde también querré dejar de escribir toda la serie de tonterías que inundan mis pensamientos en tardes de enero cuando el viento ligero sacude las hojas de los árboles que rodean los verdes campos que suelo frecuentar en mi hogar. Vendrán tiempos en donde escribir se convierta en mi sustento y en el acto que ponga los sagrados alimentos en mi mesa pero, mientras esos oscuros y tenebrosos tiempos llegan a mi, seguiré relatando todas las aventuras que parecieran sacadas de un cuento ficticio y que, irónicamente son tan reales como Dios, el amor verdadero y la muerte como momento culminante y central de la vida.


martes, 10 de enero de 2017

No Quiero Escribir Esta Noche. Parte Uno.

Algo pasa recientemente. Suelo compartir en este espacio pensamientos referentes a mi entorno, desde los sabores picantes de Septiembre hasta la caída de un avión que mandó a un equipo de fútbol directo al Olimpo. Algo pasa y es que, pocas veces siento unas tristes ganas de mantenerme lejano de las letras, la narrativa, la descripción o la crónica. Algo pasa y desconozco lo que es, pero estoy seguro de que tiene que terminar junto con la terminación de mi periodo vacacional.

Este blog fue creado para retratar mediante palabras con un estilo periodístico cuestiones cotidianas que me parecieran extraordinarias, pero el último mes todo lo cotidiano me ha parecido más ordinario que un embotellamiento en algún lugar de la megalópolis o, más ordinario que los programas basura en la televisión abierta mexicana.
Cuando inicié este proyecto sabía que tendría muchos intervalos de tiempo carentes de la común lucidez de quien no ve mas allá de lo superficial y, entendiendo que las historias profundas y bellas se encuentran en el interior del todo -como en el caso de la belleza humana-, decidí darles una esencia, un sabor, un color y hasta un aliento propios.

Hoy me centro en mí. Hoy soy egoísta como muchos allá afuera dicen. Hoy, no les narro mi travesía por las festividades invernales llenas del dulzor del ponche abrumando la fragancia muerta de las frutas luego de hervir, ni del eterno tormento del recalentado de pavo a la naranja y la pierna en adobo con almendras. Tampoco les pienso platicar sobre el caos que mis chachorros representaron cuando en las tardes de paseo, se peleaban por una ramita o una de esas piñas nacidas de un árbol viejo pero majestuoso. No les pienso contar tampoco lo bello que fue el reencuentro con tres de mis leales drugos mientras compartíamos una fría bebida de cebada, malta y maíz sólo para rematar minutos después con una mezcla de distintos embutidos sobre nuestra pizza.

Hoy, no les hablaré de esa primer semana que tuve que vivir para recordar que aún existía un aliento tibio en mi boca, y sangre dando vueltas por mis venas luego de días grises por más radiante que el Sol fuera. No pienso darles detalles de los calurosos días sentado en la banca de la casa mientras veía lo autos pasar deseando que alguno de ellos tuviera el mismo destino que mi mente dibujaba. Hoy, me siento cansado y poco motivado para escribir, así que sin más, les dejaré mi saludo final, advirtiéndoles que es un final que tendrá continuación en otro momento. Sepan pues que la próxima noche que lean algo aquí, habrá surgido de mi falta de ganas por volver a escribir.

Un error en la matrix. Vol. I

 ¿El día? Puede ser cualquiera, digamos que en esta ocasión el calendario marcaba un martes. La tarde era tibia, sin muchos reflectores más ...