viernes, 11 de noviembre de 2016

¡Gracias, Capitán!

De las cosas menos importantes, el fútbol es la más importante. Y hoy, esta noche, la peculiar sentencia ha sido demostrada. En una de las semanas más complicadas en la globalizada historia moderna de nuestro país y, me atrevo a decir, del mundo; un balón hizo que el pueblo mexicano se refugiara en la ilusión de olvidar el trago amargo que significó el triunfo republicano en las elecciones del vecino del norte.

Si en esta entrada de los intervalos carentes de cordura que tengo, estás esperando un profundo análisis político y discursivo de lo acontecido en el 11/9, te recomiendo que sigas leyendo. No encontrarás eso pero, podrás entender de qué estoy hablando,
Cuatro décadas han pasado desde la última victoria de la Selección Nacional en un partido oficial en territorio estadounidense. Cuatro décadas en donde el cuadro representante de las barras y estrellas creció enormidades y nuestros talentos se estancaron.

En México no tenemos un ejército poderoso, ni estabilidad económica, ni un gobierno que nos represente de forma digna, ni un sentimiento de unión que nos ayude a levantarnos en momentos complicados. Tenemos corrupción en todos ámbitos, inconformidad de la clase oprimida por la bota de los poderosos, delincuencia en niveles nunca antes registrados y pensados, carencia en el nivel educativo gracias al conformismo de maestros, padres, autoridades y alumnos. Tenemos eso y mucho más; tenemos eso y peores defectos. Pero también tenemos el fútbol.

Históricamente ese deporte de conjunto ha sido el que aporta tenues satisfacciones a una sociedad que vive más de la esperanza que del trabajo. Los mexicanos vivimos de rezarle a todos los santos habidos y por haber, de exigir milagros sin pretender mover un dedo y, vivimos también de que 11 futbolistas más o menos buenos, se entreguen y busquen ganar como sea y contra quien sea. La victoria nos inyecta un pequeño envión anímico sin importar que el rival sea Brasil, Estados Unidos, Panamá o Cuba.


Y en este apartado dedicado a los futbolistas de medio pelo, es donde aparece el Titán, la Leyenda Viviente, el Eterno Káiser de Zamora, el Último Maestro de la Academia Rojinegra, el Capitán; Rafael Márquez. El muchacho que desde temprana edad lucía como una promesa interesante de nuestro fútbol pero, que seguro muy pocos pensaron llegaría a la cima del Olimpo del balón.

El hombre que dejó Michoacán para correr hacia Guadalajara, consolidarse y volar hacia tierras galas para convertirse en emperador de Mónaco y posteriormente, conquistar el mundo entero siendo parte de una de las escuadras más importantes de la historia: el Barcelona donde figuraban Puyol, Xavi, Eto'o y Ronaldihno.

En México abundan los ídolos del balón. No tanto como en Argentina, Alemania, Brasil o Italia pero, de que tenemos nuestros consentidos, los tenemos. Nombres como el de "Ego" Sánchez, Tomás Boy, Enrique Borja, Luis Hernández, "Beto" García Aspe o Jorge Campos ocupan espacios en las repisas dedicadas a esos falsos ídolos. Ahí, por encima de esos nombres, se escribe con letras doradas el de Rafa. Las piernas ya no le dan para correr, pero, ¿para qué correr si su inteligencia domina los tiempos y espacios del juego? Ya se le notan unas cuantas canas en las sienes y patillas, el cabello negro es de a poco más escaso pero, el corazón, empuje y talento se mantienen intactos. Rafa es el jugador que continúa jugando porque disfruta los retos, que juega porque sabe que pese a su veteranía, siempre puede aportar algo más, algo que ninguno de los chamacos actuales puede. ¡Muchos huevos!

Sólo puedo cerrar esta entrada con una oración: ¡No te mueras nunca, Rafa! Porque el día que tú y tu ímpetu y estirpe se vayan, se habrá ido con ellos el recuerdo vivo de quien lo ha ganado todo. Pero permanecerán en la memoria del aficionado mexicano todas las hazañas que partido a partido y mundial a mundial, nos has heredado para gozar en la perpetuidad. ¡Gracias, Capitán! Por la entrega, ejemplo y liderazgo que nunca nadie tuvo y que nunca nadie tendrá. ¡Gracias, al más grande de los mexicanos que han pateado un balón!

Un error en la matrix. Vol. I

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