Banderas en las calles, mercados llenos de aromas, sabores y texturas septembrinas. Sombreros de palma, charros y vaqueros; verde, blanco y rojo en todas partes y, paradójicamente, en ninguna. Eso es México, eso y toneladas más de ámbitos que son un festín y gozo cultural en nuestro territorio y fuera de él.
México es el Estadio Azteca y el Cañón del Sumidero, es el mole poblano y los "papatzules", México es lucha libre y charrería, es desierto en Sonora y selva en Chiapas. Es para quien se aventura a expresarse de forma atrevida, un continente dentro de América.
México es esa nación que heredaron las civilizaciones prehispánicas y que se enriqueció con el choque de mundos del siglo XVI. México es Teotihuacán, Palenque, Chichén Itza, Paquimé, Tajín o Xochicalco. México, mi México es colonial, moderno, tradicional... es un híbrido de todo esto y mil cosas más. Es Reforma, Porfiriato y Milagro. Somos jaguares y águilas reales; somos pulque, mezcal y tequila, somos tradición guadalupana y descendencia de la serpiente emplumada.
Somos en su mayoría guerreros. Tenaces combatientes que van de sol a sol por las calles de este glorioso país, partiéndose el alma para poder llevar frijoles y tortillas a nuestras mesas. Para poder engrandecer nuestras casas de estudios, para hacer girar el enorme rehilete que simboliza la multitudinaria vida nacional. Somos luchadores sin máscara que labran la tierra, pican piedra y barren calles, que enseñan lo increíble de este mundo en escuelas urbanas y rurales.
Somos el "Cielito Lindo" y "La Canción del Mariachi", somos "La Marcha de Zacatecas" y "El Jarabe Tapatío". Somos Diego Rivera, José Alfredo Jiménez, Octavio Paz y Alejandro González Iñárritu. Somos murales, canciones, literatura y cine. Somos arte y cultura popular.
Mi México es y tiene de todo.
No somos la ineptitud de nuestros "líderes". Tampoco somos la falta de escrúpulos de aquellos políticos de pacotilla que sangran a toda una nación. No somos la corrupción de quienes tienen las riendas de este majestuoso territorio sacro. Sí, convivimos con todo esto y cosas peores, pero seguro estoy de que la inmensa mayoría somos diferentes a aquellos compatriotas que dan mordidas, que se pasan las luces rojas del semáforo, que tiran basura en las calles, que maltratan a los animales... la gran mayoría somos muy diferentes a esos compatriotas que le ponen el pie al prójimo, que se enajenan con Chespirito o las malas telenovelas. Somos diferentes a los compatriotas que entregan su dignidad a cambio de míseros 200 pesos para vitorear a un asno en un número circense de espantosa calidad.
No somos algo de lo anterior citado, porque la inmensa mayoría no tiene una venda en los ojos, porque la ciudadanía no cree en ese séquito asqueroso que hace y deshace a su manera y pretende "taparle el ojo al macho". No creemos en bocones que te saludan fervientemente mientras requieren nuestro voto, porque sabemos que esos sujetos se olvidan del pueblo en cuanto llegan a donde quieren. No creemos en promesas vacías, ni en discursos de cuarta ni en "días soleados" como los que mencionaba Zabludovsky.
No, mi México y su gente ya no es la que se mantenía sumisa y dejaba que la mano negra del estado nos acariciara las cabezas como si fuésemos cachorros amaestrados. Mi México y su gente ahora clama por los daños de dictaduras previas, maquilladas con una farsa de democracia. Mi México es maduro y está cansado de que se nos quiera ver la cara con informes de gobierno ridículos ó con reformas políticas pensadas por un asno, Mi nación ya no es aquella que sangraba y veía desvanecer su vida, porque hoy, aún heridos, nos ponemos de pie y peleamos en las aulas, en las calles, en los empleos y en todos lugares contra la podrida sombra de un gobierno corrupto, embustero y cínico.
Compatriotas, queridos lectores, seamos el cambio que ansiamos, seamos el rostro que queremos que nuestra nación exhiba ante el mundo. Seamos justicia, trabajo, lealtad, respeto, honestidad, coraje y solidaridad. Seamos la lluvia que calme la sequía, seamos el sol de un nuevo día. Hermanos mexicanos, seamos la semilla de lo que nuestra descendencia habrá de cosechar. Seamos letras doradas en el libro de la historia nacional. Seamos la paz del Arcángel divino, porque en el cielo nuestro eterno destino, por el dedo de Dios se reescribió...